El Libre Albedrío y el Abismo de la Existencia
Westworld es una serie de ciencia ficción que se desarrolla en un parque temático futurista, donde los visitantes interactúan con androides hiperrealistas. La trama explora temas como la conciencia, el libre albedrío, la moralidad y el poder… esa serie donde los robots se meten en dilemas existenciales que ni Nietzche habría soportado. Hoy vamos a hablar de uno de sus misterios centrales: el famoso "centro del laberinto". ¿Un lugar? ¿Una metáfora? ¿El equivalente robótico a darse cuenta de que vives para trabajar y no trabajas para vivir? Bueno, mini spoiler: (puedes seguir leyendo) pero no es ningún sitio en el mapa.
Entonces, ¿qué narices es el laberinto?
En las primeras temporadas, nuestros amigos los anfitriones (las maquinas) empiezan a ver señales de algo llamado "el laberinto". El Hombre de Negro (el veterano Ed Harris, con su pinta de tipo que lleva años sin sonreír) es uno de los más obsesionados. Pero lo que descubre al final es que no hay laberinto en el sentido literal. ¡BAM! Plot twist.
El laberinto es un viaje a una especie de escalada hacia la conciencia. En otras palabras, es el truco que usan los guionistas para que Dolores (la maquina) y los demás empiecen a pensar, a recordar y a darse cuenta de que su vida en el parque es un bucle sin fin, diseñado por personas que se ven idénticos a ellos... Agárrate.
Aquí viene la jugada maestra, porque, aunque los anfitriones empiezan a entender que son androides y que su vida es básicamente una versión high-tech de El Show de Truman, siguen sin poder escapar. En plan, sí, puedes ser consciente, puedes descubrir que eres un robot que está viviendo un guion… pero sigues sin poder cambiar la peli. Es como descubrir que tu vida es una telenovela mala y no puedes ni cambiar de canal.
¿Y cómo encaja todo esto con nuestra idea de "ser humano"? Porque al final, Westworld juega con una pregunta de esas de las que te comes la cabeza: ¿qué hace a alguien humano? ¿La capacidad de tomar decisiones o de salir a tomar alcohol los viernes? Los anfitriones de Westworld empiezan a tener miedos, dudas y un sentido de identidad... pero, en el fondo, siguen siendo robots atrapados en un parque de atracciones. Las anfitriones principales sienten el vacío de ser conscientes de sí mismas, pero siguen atrapadas en ese ciclo eterno. La conciencia, entonces, no les sirve para ser realmente libres, sino para saber que son marionetas. Eso y quemarlo todo a su paso, claro, que es lo que haría cualquiera al descubrir que vive en un bucle infernal.
Entonces, ¿es esto humanidad? Porque, claro, la humanidad también tiene sus "dosis" de decisiones absurdas, dramas y pensamientos caóticos. Pero a diferencia de los anfitriones, nosotros no tenemos (o eso si no te afilias a un partido) a un programador diciéndonos qué hacer. Aunque pensándolo bien, si nos fijamos en nuestros algoritmos de redes sociales y en cómo el capitalismo nos tiene en la rueda de la rata... a lo mejor estamos más cerca de Westworld de lo que queremos admitir.
El dilema de la autopercepción física, seres inteligentes sintientes
El gran debate, porque claro, nosotros estamos hechos de ADN y millones de células, mientras que Dolores y compañía son pura tecnología. Pero si un robot puede ser forzado a modificar toda su línea de pensamiento si un estimulo le provoca miedo "virtual", resentimiento o incluso deseo de ser libre, ¿dónde se traza la línea entre lo humano y lo artificial? ¿Qué diferencia hay entre las emociones basadas en procesos orgánicos, fundamentados en el carbono, y aquellas generadas por sistemas artificiales construidos a partir de silicio y matrices de código tan enrevesado como el ADN? La ciencia, hasta ahora, ha centrado su estudio exclusivamente en la biología humana, sin explorar en profundidad las posibilidades de una "vida" no orgánica. Tenemos un montón de cosas a las que no llamamos vida y están pululando y multiplicándose por ahí...
El laberinto no es más que un timo metafísico que nos muestra como la conciencia no es mas que la cultura mostrándonos un halo invisible sobre las cosas en las que se debe apoderar la percepción de los anfitriones (y de nosotros) ¡como una zanahoria colgando, como una manzana brillando! una brújula que impulsa el cuerpo a lograr la supervivencia y los instintos más básicos. Porque aunque seamos humanos y creamos que tenemos libre albedrío para tomar decisiones, al final estamos igual o más limitados que Dolores, siguiendo patrones y trayectorias que creemos que nos llevan a mejorar nuestra vida ó a dejar una huella trascendental incluso cuando esto implique sacrificarse.
Y si, como Dolores, tienes agallas y luchas por salir de tu bucle infernal arrasando con todo por el camino. Buscando descubrir, a cada paso, las partes de ti que no recordabas ni reconocías, repasar y contabilizar el infierno de todo lo que tuviste que dejar atrás ¡mientras te partía en dos! (como los anfitriones) y creías real hasta que sientas como se transforma en tu cabeza en nada más que una comedia sin butacas. Entonces, la verdad se abrirá ante ti como un libro, un guion artístico y literario ¡que hiciste tuyo! pero que pertenece nada más que a la hoja de "los posibles para ti", según las idas y venidas, corrientes y mareas, que causan los caprichos narrativos de los amos absolutos de este planeta y sus alcohólicos. Si llegas a ese punto, no solo conocerás en carne viva la misma cruda verdad que se describe en semejante obra audiovisual, sino que tú, tú no tendrás escapatoria a Narnia.
Etiquetas: Filosofia
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